martes, 4 de septiembre de 2007

¿Habrá tiempo para estupideces?

Definitivamente el ejercicio del poder atrofia el cerebro. Es una realidad sobretodo cuando se es gobernante o cuando se es legislador – los magistrados y jueces son un poco más sensatos y debe ser porque la mayoría hacen carrera en el sistema judicial -.

Si, definitivamente de eso está llena la clase política en el país: de atrofiados mentales que lo único que hacen es llevar a Colombia por los caminos más absurdos posibles. Con pocas excepciones, quienes se dedican al ejercicio del poder van perdiendo la cabeza y se olvidan que sólo son unos ciudadanos comunes cumpliendo una función pública. Olvidan que están ahí para tratar de mejorar una serie de procesos sociales desde la civilidad, desde la democracia y se convierten en portadores de intereses mínimos que no le aportan nada al colectivo.

Todo el tiempo, los representantes de la ciudadanía aparecen con ideas tan particulares como ridículas como la de un tal Espíndola – Senador de la República de Colombia para la desgracia de este triste pueblo – que, perdiendo toda orientación de su papel como legislador en un estado de derecho, pluriétnico y pluricultural, en el que está consagrada la libertad de cultos y otra serie de asuntos claros, concretos y enmarcados en la civilidad, aparece con un proyecto de ley para sancionar la infidelidad. Si, ridículo por decir lo menos.

El tema, por lo absurdo, no debería merecer ni un minuto de debate en el Congreso, ni en la radio, ni en la televisión o una sola línea en la prensa o en la internet, pero no me aguanté, porque la idea de sancionar un comportamiento de este tipo, es una verdadera afrenta a la razón.



La reflexión debe comenzar por definir qué carajos es la infidelidad. Ah respuesta difícil, deben existir tantas definiciones como ciudadanos hay en el país. Para alguien puede ser infidelidad tomar un café con una amiga o un amigo alguna tarde; para otra persona puede ser una cena en un restaurante elegante; para alguien más puede ser infidelidad una llamada de más de 3 minutos; para alguien más puede ser infidelidad unos besos y un rato de sexo con otra persona en una noche de copas de la que no queda ni nombre, ni número de teléfono, ni nada; y para alguien más ni eso último puede significar un acto de infidelidad. ¿Qué tipo de actuaciones entonces serán tipificadas como el delito de la infidelidad? Ay maestros, ¿cuánto tiempo se irá a llevar ese debate en el Congreso, donde todos sabemos que ese tipo de actos es lo de menos frente a la cantidad de delincuentes que se sientan en el honorable salón elíptico?
Mientras este país siga legislando a partir de los criterios personales de la moral, desde las personalísimas escalas de valores de unos pocos, desde los dogmas del sin número de iglesias que hay en Colombia y no desde la racionalidad del derecho, desde la concreción de las actuaciones civiles, desde los fundamentos constitucionales que nos rigen, seguiremos sumiéndonos en la pobreza, la ignorancia y el olvido, principales causas del conflicto que en la actualidad vive Colombia.