Hablaba yo de unos medios de comunicación colombianos terribles y es que eso no es gratuito. No sólo los grandes grupos empresariales y políticos del país han reforzado su mala intención en el mal uso de los medios, cegados por sus intereses, sino que en Colombia no hay directores de medios con dignidad (con muy escasas excepciones), pues los mejores periodistas, los serios, los que respetan y valoran los nobles principios del oficio, los dignos, no se apuntan a apoyar el vergonzoso estatus que ha alcanzado el ejercicio periodístico en los medios de Colombia.
Pero a eso hay que sumarle la preocupante actitud de los políticos (y dirigentes que, llenos de dignidad, se niegan a ser llamados de esa manera), que se creyeron el cuento ese, muy de los políticos, de: que hablen, bien o mal, pero que hablen. Y es que en los últimos meses o años, se han dedicado a salir a los medios a gritar a cuatro vientos cuanta pendejada se les ocurre, cualquier cosita desatinada, impertinente, ilógica, etc... como si no hubiese asuntos importantes para informarle al público. Son muchos casos: El presidente y sus ministros son expertos en hacerlo, los gobernadores no se están quedando atrás y los funcionarios municipales (no sólo los de Medellín) también están metidos en la onda.
La ultimita (que seguro ya nos será la última porque mañana sábado, con consejo des-comunal, habrá una que otra nueva) fue la del señor Secretario de Cultura Ciudadana de Medellín, Comunicador Social Jorge Melguizo. Si, la relacionada con Montecristo. Infortunado comentario el del señor secretario, que además de comunicador es culturólogo de una universidad española, pues se equivocó en tres asuntos fundamentales.
El primero, tiene que ver con su posición y función, que requieren de un poco de lo que llaman diplomacia pues, aunque el cargo de Secretario de Cultura Ciudadana se lo asignen a cualquiera (y no sería la primera vez), es un trabajo que requiere de altura porque es lo que se conoce como una alta dignidad en la administración municipal. Y ese cualquiera que sea Secretario no puede comportarse como un cualquiera de la calle. Un Secretario de Cultura Ciudadana no puede ir por ahí pisoteando elementos simbólicos y representativos de una cultura, p o r m u c h o q u e a é l n o l e g u s t e n, eso que lo haga un cualquiera por ahí en corrillos, en medio de los traguitos con los amigos, pero no el Secretario de Cultura Ciudadana.
Y ahí entramos en el segundo error grave. Yo he entendido desde que empecé a estudiar en serio, que eso de la cultura no es más que un conjunto de rasgos particulares de un grupo humano, que se manifiestan en actos cotidianos como la forma de hablar (hoy lenguaje), el vestido (hoy moda), la alimentación (hoy gastronomía), la música, la pintura, la literatura (todas ellas hoy bellas artes), el humor (hoy humor city) y otras tantas; rasgos que se transmiten de generación en generación y que, con el paso del tiempo y como acto natural, se van transformando. Entiéndase bien, como un acto natural. Una cultura no se transforma en cuatro años y unos meses que tiene el proyecto cultural del señor Secretario, así los medios de comunicación – con toda su influencia – hagan el mejor de sus esfuerzos. Pensarlo así no sólo es pretencioso sino atrevido. Porque una cultura se construye desde, por y para la cotidianidad de los habitantes y no por un proyecto político manifestado en un plan de gobierno y unos eventos programados y ejecutados en la ciudad, la región y el país. Es que una cultura se puede transformar, pero eso depende de lo arraigados que estén determinados rasgos: es un poco más fácil transformar la cultura organizacional de una empresa con diez años de antigüedad que la de un pueblo como el de China con unos cuantos años más. Pero, además, esos rasgos se van transformando de acuerdo al acontecer diario de los habitantes y no de acuerdo a lo que suceda en Paris, New York, Beijing (o Pekín) Madrid, Islamabad o Buenos Aires o a lo que al Secretario de turno se le ocurra que es o debe ser lo culto.
Y llegamos al tercero de los problemas. Es que no se puede pretender implantar una forma de vivir de una sociedad en otra. Las pretensiones del señor Secretario son interesantes, pero no, no es la manera. Yo también quisiera que acá se leyera más, me gustaría que se escuchara más Rock ‘n Roll y Jazz que Vallenato y Reggaeton, me encantaría que tuviéramos una cinemateca, moriría por un gran bulevar de cafecitos con sombrillas y pintores de caballete, adoraría unas rutas de buses con horario y paradas fijas y hasta disfrutaría - porqué no- del mar y una bonita playa a diez minutos de mi casa, pero no, no es lo que tenemos por costumbre y posibilidad. Eso queda chévere por allá, en otros lugares, pero no, acá no es viable porque n o s o t r o s n o s o m o s a s í, así al señor Secretario no le guste, ¿qué le vamos a hacer? Y como ese tipo de actitudes y comportamientos cultos no nos pertenecen, no podemos pretender serlo y menos con acuerdos municipales y planes de desarrollo. Es que la cultura no es lo que a uno le enseñan en España, Francia, los Estados Unidos o China, la cultura es nuestra propia cotidianidad, lo que surge en las calles de la ciudad, por generación espontánea.
Es muy de las últimas administraciones tratar de enseñarnos a ser ciudadanos y cultos, pero esa es una idea retórica, tan retórica como, a cambio de decir como decimos todos humor de mierda, decir humor escatológico. Puro discurso de mierda, pura pose de hombre culto que cree que lo es porque usa antiguas palabras con elaboración, sentido filosófico y profundidad conceptual. No, no seamos tan bobos y dejemos de decir bobadas.
Yo hoy no me reiría con el humor de Montecristo, pero lo oía en la radio hace unos cuantos años y, en ese momento lo disfruté, me reí mucho. Así como hoy tampoco me causa risa el humor de Les Luthiers, que también disfruté mucho hace unos años. Es una cuestión de tiempo y de espacio, es una cuestión de contexto. Y no, el humor de Montecristo, en su contexto, no era un humor vulgar, violento o con desmedida carga de discriminación (ni a las mujeres, ni a los homosexuales, ni a los borrachos). Pero si es un acto vulgar, violento y con alta carga de chovinismo y discriminación que el Secretario de Cultura Ciudadana de Medellín, en el año 2008, diga que somos un pueblo burdo, vulgar, discriminador y mal educado, en los medios de comunicación, porque al pueblo no le pareció divertido lo que a él le parece charrísimo.
Señor Secretario usted es, como decimos en Medellín, un descache. Que mal humor.