miércoles, 1 de octubre de 2008

Medios de comunicación: la vergüenza patria

Hace unos años pasaba yo una temporada en la preciosa y gratamente recordada ciudad de Montevideo – acompañado de unos personajes, también preciosos, que hoy recuerdo a diario y vaya el saludo para ellos: Álvaro, Ivonne, Roberto, Pablo, el Mosco, Luciana, José y Claudia y algunos más que se quedan afuera pero sabrán entender -. En esos días ponía bastante atención en los noticiarios nacionales y me sorprendía de los hechos que abrían las emisiones. Muchos de ellos, la mayoría, eran casos de situaciones de Policía, locales, nada que para los ojos de un Colombiano fuera un asunto realmente grave. Claro está, ellos no habían vivido el terrorismo del narcotráfico escobarGAVIRISTA, ni los embates de unas guerrillas que para el momento – aunque algo de ideas tenían – cometían actos terriblemente criminales; ni la paranoia de caminar por cualquier calle sin la posibilidad de recibir tres disparos de un fulanito cualquiera simplemente porque no tenías ni mil pesitos que robarte en el momento en que él lo requiriera. No, allá no lo habían vivido y por eso esas minucias colmaban los titulares de los noticiarios.

¿Y eso a qué viene? Pues mire usted, apareció el niño Luis Santiago, muerto, asesinado cobardemente por un personaje que no sólo no merecía ser su padre, sino que además no merece indulgencia alguna de la justicia colombiana – si es que existe o si es que vuelve a operar prontamente -: Y no merece ni ser su padre, ni indulgencia alguna porque fundamentalmente descargó en un niño que no tenía conciencia de nada, las rabietas adolescentes que frente a un asunto de faldas cualquiera, le generaron sus días de formación cultural en la dogmática conservadora y terriblemente machista que la mentalidad colombiana tradicional ha construido. Si, este hombre de cuarenta y pico de años, eso intuyo que tiene, se enfureció con su casi adolescente esposa porque se jartó de él y seguramente de sus humillaciones machistas y tradicionales.

Eso, pues bueno, es un crimen atroz, pero no es trascendental en la vida nacional: es uno de esos casos de extrema particularidad, extraordinario, casi puntual y anecdótico en la vida de la República de Colombia. Es un caso patético, si, pero no es un asunto para matar o para morirse de la indignación porque no es ni uno de esos asuntos que transformen la vida nacional, ni es un asunto que nos joda a todos ni a la institucionalidad de la nación. No es ni la MASACRE de 19 jóvenes por parte de las fuerzas oscuras que actúan en el territorio colombiano, no es un jefe de fiscalías acusado de cinco cargos graves y conminado a casa por cárcel, tampoco es un conato de crisis financiera internacional que destruya la macro y la micro economía dependiente del pais y mucho menos es una reforma en las instituciones del Estado que transformará – para mal – la organización político-administrativa del pais. En resumen, no es un asunto de interés nacional.
Por eso no entiendo que esa situación amerita que los medios informativos olviden todo lo importante y urgente para el devenir del pais y se dediquen durante horas a hablar del asunto. Por eso no entiendo que el Fiscal General de la Nación asuma el caso en persona propia. Por eso no entiendo que la gente condene el asunto como un hecho insalvable y olvide que en Colombia tenemos problemas de verdad como la corrupción política que elabora discursos populares para controlar las pobres y mezquinas mentes de los ciudadanos o como la corrupción del sector financiero que cada dia se convierte en un magno monopolio que destruye las microeconomías familiares de los colombianos. Por eso no entiendo que sigamos enarbolando las banderas de la democracia en un pais que se preocupa por todo lo superficial e intrascendente y se olvida que la democracia y la vida cotidiana están resquebrajándose de cuento de los intereses de los poderosos. No, definitivamente, no entiendo.