martes, 26 de febrero de 2008

Las bobadas del legislador

Definitivamente. Cada vez hay más razones para decir con certeza que el legislativo en un país como Colombia no es más que una linda pasarela de popularidad (o de delincuencia). Ya hablaba hace unos meses del respetado, eficiente y sensato Senador Edgar Espíndola, ¿lo recuerda? Si, ese mismo, el de las multas para las infidelidades. De ese, no digo más: a ese señor ya lo despaché más abajo. Pero es que no es el único que malgasta los recursos del estado dedicándose a nimiedades.

Mire usté... el virus ese se está regando por ahí por los pasillos del congreso, las asambleas y los concejos municipales. Y eso es lo que preocupa. Ya les está dando a otros – yo no sé si por pura miopía de lo político o por un poco de popularidad mediática – por legislar asuntos de esos, que para un país como Colombia, no son prioritarios.

Al representante Venus Albeiro Silva le dió ahora por legislar el uso de los ascensores, incluyendo una restricción para que los ciudadanos no los usen, con miras a reducir los riesgos de enfermedades como la obesidad, los infartos y otras... No señor Representante, ese asuntico del humor dejémoslo a Pedro González, Guillermo Díaz y los demás profesionales en ese campo. Pero entonces, si lo que le preocupa son los altos índices de enfermedades causadas por el sedentarismo, pues bueno, muy bien de su parte, pero la parte terapéutica déjesela a los médicos que para eso estudiaron.

Usted, estimado Representante, ocúpese de las políticas de fondo, no de la suplantación de quehaceres. Debería, en cambio, estar preocupado por promover proyectos que, desde lo político, defiendan el derecho a la salud pública; debería estar preocupado por buscar nuevas opciones frente a la inminente desaparición del seguro social; debería estar preocupado por cada paso que da el ministro de desprotección social que es un peligro para muchos temas de los de verdad.

Usted representante Silva, que se ha destacado por ser un luchador en temas como los derechos de las minorías étnicas, la defensa de los derechos de las comunidades LGTB, los derechos de los pobres y los desplazados, no me venga ahora con bobadas como las terapias clínicas de todos los que estamos en riesgo de un infarto. Eso no es serio.

Y ni qué decir del Concejo de Medellín, que de la mano y el cuento de un ex-torero arrepentido y ahora pío animista, se dedican a apoyar proyectos de acuerdo con un fondo ideológico y pacato, que solo llegará a una declaratoria de “Medellín Ciudad Antitaurina” y nada más. Un acuerdo municipal que ni reglamentación requiere porque es completamente inoperante, es inútil, pues en Medellín no se pueden prohibir las corridas de toros porque la ley colombiana las acepta y las legaliza.

Si eso es suficiente, pues de verdad que hay mucho trabajo por hacer: es necesario entonces comenzar a concertar acuerdos municipales que promuevan una oposición del Concejo al desempleo (Medellín Ciudad Antidesempleo o Antidesempleados), al desplazamiento (Medellín Antidesplazamiento o Antidesplazados), a la mendicidad (Medellín Antimendicidad o Antimendigos), a los embarazos de las adolescentes (Medellín Anti... no sé, cualquier cosa). Como ven, hay mucho trabajo por hacer.

Les exijo un poco de respeto señores Concejales. No es posible que ustedes, con todos los problemas por resolver que hay en este municipio, estén embarcados en esos asuntos frívolos e insubstanciales que no tienen efectos transcendentales ni en la problemática cotidiana, ni en los problemas de fondo que vive la ciudad. No señores Concejales, no nos metan los dedos a la boca haciendo campañas superfluas, mientras en las calles de esta ciudad la gente tiene que llorar para poder tener una ciudadanía digna.
Afuera del recinto, hay muchos congéneres y conciudadanos esperando a que ustedes les devuelvan la dignidad que da tener un empleo, una buena atención médica, las tres comidas al dia y una buena educación, para eso los eligieron y no para que se enfrasquen en discursos y cuentos peace & love. Respondan por sus deberes y no den más lora, no hagan tanta bobada.
P.D. Ahhh... y a los Concejales que tienen finca con caballos y que, de cuando en cuando, les da por hacer cabalgatas, les recomiendo que los vayan vendiendo ahora que valen unos pesitos, porque por ahí sus amigos, los animistas de Fauna y otras organizaciones de esas que se dedican a resolver los problemas graves del país, están promoviendo un referendo por los animales colombianos en el que pretenden que se terminen los espectáculos y los trabajos en los que están involucrados los animales (incluídas supongo las cabalgatas: que bien desgastantes y duras son para un caballo). Me acuerdo de un mandatario (bueno, por mencionar a alguno) que cada rato salía con cada bobada y no me queda más que parafrasear uno de sus tantos slogan: Ni un solo animal en la calle, todos a la escuela.

lunes, 11 de febrero de 2008

La patria continúa su marcha

El supuesto básico para que la ciudadanía sea un ejercicio, es que exista la posibilidad y se respete en derecho el disenso, la libertad de opinión y de expresión, la decisión individual. Esa es la esencia de la democracia, con todas las implicaciones que ello trae: que se pueda votar, que se pueda protestar, que se pueda tener acceso a la información y a la educación, entre muchas otras cosas. Y digamos que en eso, las marchas ciudadanas tienen su virtud.

Es interesante también, ver como internet ha generado algunos espacios para la asociación de personas que comparten diferentes intereses en comunidades virtuales – que en ocasiones se materializan en asuntos físicos -, sin embargo también es preocupante encontrar como esos mismos espacios representan la situación actual del país y, desde allí, se han impulsado unos fenómenos sociales demasiado peligrosos. Lo digo con claridad: hace una semana escribía sobre los peligros de la generación espontánea de una sólida sociedad civil que sin tradición, sin costumbre, sin antecedentes, surgió fuerte y con arrojo, y que en un país como Colombia, donde el argumento para dirimir las disensiones ha sido la violencia – desde el mismo origen de la República hasta hoy – y donde la unidad nacional no ha existido, es un paso al vacío.

Mire no más. Ahora surge una nueva marcha, también en contra, esta vez de los paramilitares y de esa existente mano negra del estado y también, para matizar el asunto del odio como sucedió en la del 4 de febrero, en favor de las víctimas de estos otros narcotraficantes asesinos. Surge además como respuesta a la marcha esa del 4 de febrero en contra de las FARC-EP.

Por ello, y retomo mi escrito anterior, sostengo que éstas no son manifestaciones de una sociedad civil crítica, comprometida y solidaria con la realidad de sus conciudadanos, ni siquiera su semilla. Por el contrario creo que son movilizaciones llenas de esnobismo, egoísmo, pendenciería y de patriotismo mediático promovido por el propagandístico gobierno que tenemos. Un patriotismo sólo mediático, porque eso sí, insisto, en Colombia no ha habido y no hay patria, eso no ha existido por lo menos para los que hemos vivido en el país. De repente los que viven en el extranjero si la imaginan, pero por nostalgia.

No ha existido la patria porque somos varias naciones juntadas por un papel llamado constitución. La patria está ausente porque en Colombia no respetamos la diferencia, no entendemos que una cultura es diferente de la otra y no mejor o peor, no nos preocupamos por lo que le pasa al otro – solo al propio carriel o a mi terruñito -, porque el chovinismo de cada región y en particular de los antioqueños nos ha alejado cada vez más a los unos de los demás. Nuestro chovinismo es tal que celebramos el carriel y el poncho de un presidente de una nación, de la patria, de la república, en reuniones de carácter internacional donde debería representar al país y no a su propia cultura montañera.
A esta marcha del 6 de marzo, tampoco salgo. Me niego a protestar en contra de cualquiera de los actores armados de Colombia porque preferiría que fuera en favor de la reconciliación, de la justicia (incluida la social) y de la paz, pero estas tres no hacen parte de la agenda de la patria, ninguno de esos tres deseos es patriota, entonces no va a suceder. Mientras tanto, sigo preocupándome al ver como este país continúa en la senda de la polarización (mucho antes entre bolivarianos y santanderistas; luego, entre liberales inmorales y conservadores decentes; ahora entre guerrilleros apátridas y paramilitares patriosistas), que definitivamente nos mantendrá en el mismo tono que nos dio origen, en la misma línea en la que estas tierras están sumidas desde algo más que un par de siglos, en eso que definitivamente nos caracteriza: el irrespeto, la intolerancia, la violencia, la guerra. Asuntos que no se transforman aplicando ninguna contra.

lunes, 4 de febrero de 2008

Colombia: ejemplo de ciudadanía.

Y murió... y murió... y murió. Murió Colombia durante centenares de años. Y la estamos terminando de asesinar...

La historia de Colombia ha sido muerte como la de toda Latinoamérica lo fue. Pero aquí, hace muchos años, nunca ha sido como en Latinoamérica porque Latinoamérica nunca fue tan obediente y no se entregó a lo que los mandatarios decidieran, nunca fue – y todavía no es - esclava de la norma. Latinoamérica entendió que la guerra no tenía sentido y Argentina también lo sabía hace treinta años, pero fue ingenua frente al poder político. Y de Chile, ni hablar.

Colombia no ha sido, ni mucho menos, patria alguna, al menos para quienes hemos vivido acá después de 1973 – año en el que nací- o desde antes. Colombia no ha sido un dechado de virtudes políticas, ni sociales, ni ciudadanas...

Dejamos pasar la mano negra estatal de los sesentas y los setenta, el tráfico de drogas – y sus homicidios, magnicidios y genocidios – de los ochenta y los noventa, dejamos pasar la autodefensas narcotraficantes – también homicidas, magnicidas y genocidas – de los ochenta, noventa y lo que corre del siglo veintiuno, y dejamos pasar las diferentes guerrillas que a lo largo de los últimos cincuenta años también han construido la guerra. Y nunca, nunca dijimos nada.

Ahora, hoy no más, algunos creen que el problema es uno solo. Hoy aparece, casi de la nada, una Colombia comprometida, patriota y altruista como ingenua, juvenil – a lo años sesenta, casi pueril -, que sabe que el problema surgió hace tiempo, pero no tiene ni idea de cómo, ni por qué... Simplemente creen – por lo que han oído en colombianísimos discursos - que antes a la ciudadanía no le importaba, que nunca Colombia se cansó, que los colombiano de antes nos moríamos del pánico.

Pero lo que no saben y nunca les explicaron es que nuestros padres, abuelos y bisabuelos, alcahuetearon, promovieron, apoyaron y disfrutaron de las asesinas huestes bipartidistas – unos con trapo rojo y otros con trapo azul – y las apoyaron, machete y puñal en mano, hasta la saciedad. Se olvidaron de que todos comimos y acolitamos el tráfico de drogas porque era rentable y nos daba gusto – nos daba los paseos y las fiestas: ¡aquellos quinces que vivimos!. Nunca les contaron. No les advirtieron que el honorable amigo de la familia fue compinche y que hoy como sus padres, abuelos y bisabuelos, fue gobernante.

Ellos están cansados, pero yo no sé de qué. Se cansaron de ir a los Andes, Eafit y a la Santiago de Cali – o la UPB, si quieren que me unte -, se cansaron de ir a la U y por eso se unieron a la U y dentro de poco serán Concejales, Representantes o, quizá, Honorables Senadores de la República. Seguro que en pocos años - si no meses, por alguna suplencia - en los cabildos municipales o en el parlamento veremos a los Vengoechea, las Lucena, los Amaya, las Junguito, los Cupp, las Agamez, los Onzaga o las Parra, de eso estoy casi seguro. Porque así funciona, porque para todos la vida hoy en Colombia es incómoda y/o simplemente porque en este país en más importante ir Coveñas, al Rodadero o a Melgar en la Ford Explorer que tener la nevera llena o que lograr que un médico en alguna institución de salud brinde la atención que un ser humano se merece.

Estamos matando a Colombia porque así son las revoluciones. Lástima que nos haya dado por una revolución de esas sin fondo, una revolución patriosista, de esas que matan, de esas que destruyen. Pero no importa. Que viva la Colombia de Bolívar, San Martín, Juárez y Martí, todos juntos.